“Psicoterapia de la Histeria” en “Estudios de la Histeria”.
(Historia
de la Histeria, periodo Pre- psicoanalítico, concepción de Charcot,
descubrimiento del inconsciente, historial de Anna O, trabajos con Breuer.)
Breuer (1842-1925)
llevó a cabo su tratamiento de la señorita Anna O., en el cual se basa todo el
trabajo, entre 1880- 1882. Gozaba de una alta reputación en Viena. Freud
(1856-1939) apenas se iniciaba como medico. El tratamiento finalizo a comienzos
de junio de 1882.
Los estudios que realizo Freud con Charcot se centraron en gran medida en
la histeria; cuando retorno a Viena en 1886 y se estableció como medico de
enfermedades nerviosas. Al comienzo confió en los métodos terapéuticos
habitualmente recomendados, como la hidroterapia, la electroterapia, los
masajes, y la cura de reposo de Mitchell, pero cuando todos estos demostraron
ser insatisfactorios dirigió su pensamiento en otra dirección.
El caso Anna O. seguía presente “practique
la hipnosis con otro fin además de la sugestión hipnótica” ese “otro fin era el
método catártico.
El caso de la Señorita Emma Von N, fue
según lo que dice Freud el primero que el trato por el método catártico.
Elizabeth Von R, iniciado en el otoño de
1892, fue el primer análisis completo de una histeria.
Importancia
de los estudios para el Psicoanálisis:
Los Estudios
sobre la histeria es el punto de partida del psicoanálisis.
Rara vez se aprecia que quizás el más
importante de los logros de Freud fue su invención del primer instrumento para
el examen científico de la mente humana. Anna O, la paciente de Breuer, puso en
relieve y supero ella misma el primero de los obstáculos: la amnesia
característica del paciente histérico. Cuando se trajo a la luz la existencia
de esta amnesia, de inmediato se advirtió que el contenido psíquico manifiesto
de la paciente no lo era todo, que había detrás un contenido psíquico inconsciente.
El problema no consistía en la
investigación de los procesos psíquicos conscientes,
si también había procesos psíquicos inconscientes, se requería un
instrumento especial. El instrumento obvio para este propósito era la sugestión
hipnótica, para persuadir al paciente a que produjera material oriundo de la
región inconsciente de la psique. Con Anna O. apenas se hizo necesario recurrir
a este medio; ella producía torrentes de material de su inconsciente, y todo lo
que Breuer tenía que hacer era sentarse a su lado y escucharla sin
interrumpirla.
No todos los histéricos eran tan accesibles
como Anna O.
Aquí surgió otro obstáculo; Freud nos dice
que estaba lejos de ser un adepto del hipnotismo.
Fue su abandono del hipnotismo lo que
amplio aun mas su intelección de los procesos psíquicos, revelándole la
presencia de otro obstáculo; la resistencia de los pacientes al tratamiento.
En los años inmediatamente posteriores a
los Estudios, Freud abandono cada vez más la mecánica de la sugestión
deliberada y paso a confiar en el flujo de “asociaciones libres” de los
pacientes. Esto abrió el camino para el análisis de los sueños. Y el análisis
de los sueños le permitió, en primer lugar, inteligir el funcionamiento del
“proceso primario” de la psique y la
forma en que influye en la producción de nuestros pensamientos mas accesibles;
“interpretación”. El análisis de los sueños posibilito su propio autoanálisis y
sus consecuentes descubrimientos de la sexualidad infantil y del complejo de
Edipo.
Otro obstáculo es la “transferencia” y no
solo es esto sino que es uno de los principales instrumentos de la técnica
psicoanalítica.
Afirman que en el decurso normal, si una
vivencia es acompañada por un gran monto de “afecto”, ese afecto o bien es
“descargado” en una variedad de actos reflejos concientes, o bien desaparece
gradualmente por asociación con otro material psíquico conciente.
En el caso de los pacientes histéricos no
sucede ni una cosa ni la otra. El afecto permanece “estrangulado” y el recuerdo
de la vivencia a la que esta adherido es suprimido de la conciencia. A partir
de entonces el recuerdo afectivo se exterioriza en síntomas histéricos, “símbolos
mnémicos” o “símbolos del recuerdo sofocado”. Para explicar esta formación
patológica se ofrecen dos razones principales. Una es que la vivencia original
tuvo lugar hallándose el sujeto en un particular estado de disociación mental
“estado hipnoide”, la otra es que el “yo” del sujeto, considerado que esa
vivencia era “inconciliable” con el, debió “defenderse” de ella. En ambos
casos, la eficacia terapéutica del procedimiento catártico se justifica con
igual fundamentación; si la vivencia original, junto con su afecto, puede ser
traída a la conciencia, el afecto es por ese mismo hecho descargado o
“abreaccionado”, la fuerza que ha mantenido al síntoma deja de operar y el
síntoma desaparece.
El principio de constancia; el aparato
anímico se afana por mantener lo mas baja posible, o al menos constante, la
cantidad de excitación presente en el. Breuer formula infla “La tendencia a mantener constante la excitación
intracerebral”.
Los afectos deben su importancia en la
etiología de la histeria al hecho de ir acompañados por la producción de
grandes cantidades de excitación, y que estas a su vez exigen ser descargadas
de acuerdo con el principio de constancia.
Breuer apunta el papel que cumplen “Las
grandes necesidades fisiológicas y pulsiones del organismo”, en cuanto a
provocar aumentos de excitación que exigen la descarga y destaca la importancia
de la “pulsión sexual”, “la fuente mas poderosa de aumentos de excitación,
persistentes (y como tal de neurosis), la noción misma de conflicto y de
represión de representaciones incompatibles se funda expresamente en la
ocurrencia de aumentos de excitación displacenteros.
El propio principio de placer esta
íntimamente ligado al principio de constancia (Breuer, el principio de
constancia presupone la representación de que todo el aparato psíquico o una
parte de el porta una carga de energía).
El principio de placer, es una tendencia
que esta al servicio de una función: la de hacer que el aparato anímico quede
exento de excitación. Son exteriorizaciones del principio de constancia el
carácter “conservador” que el atribuyo a las pulsiones y la compulsión de
repetición.
Breuer declara su propósito de tratar el
tema de la histeria en términos psicológicos.
¿Cuáles eran las discrepancias científicas
entre Freud y Breuer?
Freud dice que la primera de ellas se
vinculaba con la etiología de la histeria y consistía en la contraposición de
su doctrina de la defensa con la teoría de los estados hipnoides.
Breuer otorga preponderancia a los estados
hipnoides, pero también destaca la importancia de la defensa.
Sin embargo la principal divergencia entre
ambos se refería al papel cumplido por las pulsiones sexuales en la acusación
de la histeria. La creencia de Freud en el origen sexual de la histeria, afirma
que en los casos de histeria hay invariablemente presente una etiología sexual.
Breuer destaca con la mayor fuerza la
importancia de la sexualidad en las neurosis.
La
sexualidad desempeña un papel principal en la patogénesis de la histeria como
fuente de traumas psíquicos y como motivo de la defensa, de la represión
(desalojo) de representaciones fuera de la conciencia.
Comunicación
preliminar: (etiología de la histeria)
Diversas formas y síntomas de la histeria,
su ocasionamiento: el proceso en virtud del cual el fenómeno en cuestión se
produjo la primera vez.
En
la gran mayoría de los casos no se consigue aclarar ese punto inicial mediante
el simple examen clínico, ello se debe en parte a que suele tratarse de
vivencias que al enfermo le resulta desagradable comentar, en realidad no las
recuerda, ni vislumbra el nexo causal entre el proceso ocasionador y el
fenómeno patológico. Casi siempre es preciso hipnotizar a los enfermos y, en
ese caso, despertarles los recuerdos de aquel tiempo en que el síntoma afloró
la primera vez. Es un método de indagación.
En este aspecto teórico, nos han probado
que el factor accidental comanda la patología de la histeria. En el caso de la
histeria “traumática” es evidente que fue el accidente el que provoco el
síndrome.
Una
muchacha que en martirizadora angustia vela ante el hecho de un enfermo, cae en
un estado crepuscular y tiene una alucinación horrorosa en el momento en que se
le adormece el brazo derecho, pendiente del respaldo de la silla: desde ahí se
le desarrolla una paresia de ese brazo con contractura y anestesia. Quiere
rezar y no encuentra las palabras; por fin consigue pronunciar una oración
infantil en inglés. Cuando mas tarde se le desarrolla una histeria grave, en
extremo compleja, habla, escribe, y comprende sólo inglés, mientras que su
lengua materna le resulta ininteligible durante un año y medio. ( Ejemplo de
síntomas histéricos).
Sólo consiste en un vínculo por así decir
simbólico entre el ocasionamiento y el fenómeno patológico, como el que también
las personas sanas forman en el sueño.
En el caso de la neurosis traumática, la
causa eficiente de la enfermedad no es la ínfima lesión corporal; lo es, en
cambio, el afecto de horror, el trauma psíquico.
“trauma psíquico”. En calidad de tal obrará
toda vivencia que suscite los afectos penosos del horror, la angustia, la
vergüenza, el dolor psíquico.
No es raro que en la histeria corriente
hallemos, en lugar de un gran trauma, varios traumas parciales.
El nexo causal del trauma psíquico
ocasionador con el fenómeno histérico no es tal que el trauma, como agente
provocador, desencadenaría al síntoma, el cual subsistiría luego. El trauma
psíquico o bien el recuerdo de él, obra al modo de un cuerpo extraño.
Los síntomas histéricos singulares
desaparecían enseguida y sin retornar cuando se conseguía despertar con plena
luminosidad el recuerdo del proceso ocasionador, convocando al mismo tiempo el
afecto acompañante, y cuando luego el enfermo describía ese proceso de la
manera mas detallada posible y expresaba en palabras el afecto.
Pudiera tratarse de una sugestión
involuntaria; el enfermo esperaba ser librado de su padecer mediante aquel
procedimiento.
El histérico padece por la mayor parte de
reminiscencias (recuerdos de una cosa casi olvidada).
El empalidecimiento o pérdida de afectividad de un recuerdo
depende de varios factores. Lo que sobre todo importa es si frente al suceso
afectante se reaccionó enérgicamente o
no. Por “reacción” entendemos aquí toda la serie de reflejos voluntarios e
involuntarios en que se descargan los afectos.
Si la reacción es sofocada, el afecto
permanece conectado con el recuerdo.
El ser humano encuentra en el lenguaje un
sustituto de la acción; con su auxilio el afecto puede ser “abreaccionado”.
La “abreacción” no es, el único modo de tramitación de que dispone
el mecanismo psíquico normal de la persona sana cuando ha experimentado un
trauma psíquico. Su recuerdo, aunque no se lo abreaccione, entra en el gran
complejo de la asociación, se inserta junto a otras vivencias que acaso lo
contradicen, es rectificado por otras representaciones.
Los recuerdos que han devenido
ocasionamientos de fenómenos histéricos se han conservado durante largo tiempo.
Los enfermos; estas vivencias están
completamente ausentes de la memoria de los enfermos en su estado psíquico
habitual, o están ahí presentes sólo de su manera en extremo sumaria.
Esos recuerdos corresponden a traumas que
no han sido suficientemente “abreaccionados”.
La segunda serie de condiciones no están
comandadas por el contenido de los recuerdos, sino por los estados psíquicos en
que sobrevinieron las vivencias en cuestión; en la hipnosis, uno halla como
ocasionamiento de síntomas histéricos
también representaciones, deben su conservación a la circunstancia de haberse
generado en afectos graves y paralizantes.
Ambos grupos de condiciones tienen en común
que los traumas psíquicos no tramitados por vía de reacción no lo son tampoco
mediante procesamiento asociativo. En el primer grupo es el designio del
enfermo el que quiere olvidar las vivencias penosas y excluirlas en lo posible
de la asociación; en el segundo, ese procesamiento asociativo no se produce por
falta de un vasto enlace asociativo entre el estado de conciencia normal y el
patológico.
Las representaciones devenidas patógenas se
conservan tan frescas y con tanto vigor afectivo porque les es denegado el
desgaste normal por abreacción y por reproducción en estados de asociación
desinhibida.
Aquella escisión de la conciencia, existe
de manera rudimentaria en toda histeria, entonces, la inclinación a disociar y,
con ello, al surgimiento de estados anormales de conciencia, hipnoide, seria el
fenómeno básico de esta neurosis.
Base y condición de la histeria es la
existencia de estados hipnoides.
Las representaciones que en ellos afloran
son muy intensas, pero tienen bloqueados el comercio asociativo con el restante
contenido de la conciencia. Esos estados hipnoides son asociables entre si, y
su contenido de representación puede alcanzar por este camino grados mas o
menos elevados de organización psíquica.
Si tales estados hipnoides existen antes
que se contraiga la enfermedad manifiesta, ofrecen el terreno sobre el cual el afecto instalará al recuerdo
patógeno junto con los fenómenos somáticos que son su consecuencia. Este comportamiento
corresponde a la histeria de predisposición. Un trauma grave (neurosis
traumática), una sofocación trabajosa (afecto sexual), pueden producir una
escisión de grupos de representaciones y este sería el mecanismo de la histeria
adquirida psíquicamente.
Nuestras psicosis oníricas no influyen
sobre nuestro estado de vigilia, mientras que los productos de los estados
hipnóticos penetran en la vida de vigilia como fenómenos histéricos.
Concepción
Charcot: gran ataque histérico, que en la secuencia
de un ataque completo permite discernir cuatro fases; 1) la epileptoide; 2) la
de los grandes movimientos; 3) la de las attitudes passionnelles (la fase
alucinatoria), 4) la del delirio terminal. De la abreviación y alargamiento, de
la falta y el aislamiento de cada una de esas fases hace surgir Charcot todas
aquellas formas del ataque histérico.
Toda la explicación se refiere a la tercera
fase (attitudes passionnelles). Toda vez que ella aparece de manera marcada,
contiene meramente la reproducción alucinatoria de un recuerdo sustantivo para
el estallido de la histeria; el recuerdo del gran trauma único de la histeria
traumática, o de una serie de traumas parciales a fines.
Una
niña sufre hace años de ataques de convulsiones generales que podían creerse
epilépticos, y de hecho se los tuvo por tales. A fin de establecer el
diagnóstico diferencial se la hipnotiza y enseguida sufre un ataque. Ahora bien
preguntada: ¿Qué ves ahora?, responde ¡el perro, viene el perro!; y
efectivamente se averiguó que el primer ataque de esta índole sobrevino cierta
vez tras ser perseguida por un perro salvaje.
Los fenómenos motores del ataque histérico
se pueden interpretar en parte como unas formas de reacción generales para el
afecto acompañante del recuerdo (como la agitación).
Un ataque histérico atestigua una
organización mas alta de ese estado segundo, e indica, cuando nace, un momento
en que esa conciencia hipnoide se ha apoderado de la existencia total, una
histeria aguda.
Charcot ha formulado la idea de que el
ataque histérico sea el rudimento de una “condition seconde”. En el curso del
ataque, el gobierno sobre el conjunto de la inervación corporal ha traspasado
hacia la conciencia hipnoide. La conciencia normal no siempre esta por completo
reprimida (suplantada).
La trayectoria típica de una histeria grave
es, primero se forma en estados hipnoides un contenido de representación que
luego, se apodera, durante un periodo de “histeria aguda”, de la inervación
corporal y de la existencia del enfermo, crea síntomas permanentes y ataques, y
luego sana, salvo algunos restos. Si la persona normal consigue cobrar de nuevo
el gobierno, lo que ha sobrevenido de
aquel contenido de representación hipnoide retorna en ataques histéricos.
El ataque sobreviene entonces de manera
espontánea, como a nosotros mismos suelen acudirnos los recuerdos. Pero también
puede ser provocado, al modo en que los recuerdos despiertan siguiendo las
leyes de la asociación. La provocación del ataque se produce por la
estimulación de una zona histerógena o por una vivencia nueva que hace resonar
a la vivencia patógena en virtud de su semejanza con ella.
Produce efectos curativos el método de
psicoterapia; cancela la acción eficiente de la representación originariamente
no abreaccionada, porque permite a su efecto estrangulado el decurso a través
del decir, y la lleva hasta su rectificación asociativa al introducirla en la
conciencia normal o al cancelarla por sugestión médica, como ocurre en el
sonambulismo con amnesia.
Cuando quedan pendientes los restos de él
como síntomas permanentes y ataques histéricos, nuestro método los elimina a
menudo y para siempre, cancelación sugestiva directa.
Charcot inauguró al explicar y obtener la
imitación experimental de parálisis histerotraumáticas.
Sobre
la psicoterapia de la histeria:
Mientras investigamos la etiología de
síntomas histéricos obtuvimos también un método terapéutico al que le
adjudicamos valor práctico. Los síntomas histéricos singulares desaparecían
enseguida y sin retornar cuando se conseguía despertar con plena luminosidad el
recuerdo del proceso ocasionador, convocando al mismo tiempo el afecto
acompañante, y cuando luego el enfermo describía ese proceso de la manera más
detallada posible y expresaba en palabras el afecto.
El método psicoterapéutico producía sus
efectos; cancela la acción eficiente de la representación originariamente no
abreaccionada, porque permite a su afecto estrangulado el decurso a través del
decir, y la lleva hasta su rectificación asociativa al introducirla en la
conciencia normal o al cancelarla por sugestión médica, como ocurre en el
sonambulismo con amnesia.
Cuando intente aplicar a una serie mayor de
enfermos el método de Breuer para la curación de síntomas histéricos por vía de
busca y abreacción en la hipnosis, tropecé con dos dificultades: 1) No
eran hipnotizables todas las personas; 2) Debí tomar posición frente al
problema de saber qué, en verdad, caracterizaba a la histeria y la deslindaba
de las otras neurosis.
Cómo dominé la primera dificultad en la
práctica cotidiana tomé frente al segundo problema.
La decisión acerca del diagnóstico y la
variedad de terapia debe tomarse antes de disponer de esa noticia en
profundidad. Escoger para el método catártico aquellos casos que era posible
diagnosticar provisoriamente como de histeria porque presentaban unos pocos o
muchos de los estigmas o síntomas característicos de ella.
Otras veces intenté tratar con el método de
Breuer unas neurosis que nadie habría juzgado como histeria, y descubrí que de
esta manera era posible influirlas y aun solucionarlas, con las
representaciones obsesivas. En casos que por ninguno de sus rasgos recordaban a
la histeria.
Por último, el plan de tratar a esas otras
neurosis en cuestión como a la histeria, de investigar dondequiera la etiología
y la modalidad del mecanismo psíquico.
Partiendo del método de Breuer, di en
ocuparme, de la etiología y el mecanismo de las neurosis en general.
En primer lugar, se me impuso este
discernimiento; hasta donde se podía hablar de una acusación por la cual las
neurosis fueran adquiridas, la etiología debía buscarse en factores sexuales. A
ello se enhebró el hallazgo universalmente, factores sexuales diferentes
producían cuadros también diversos de contracción de neurosis.
De esta manera llegué a la conclusión de
que la neurastenia respondía en verdad a un monótono cuadro clínico en el que, como
los análisis lo demostraban, no desempeñaba ningún papel un “mecanismo
psíquico”. De la neurastenia se separó tajantemente la neurosis obsesiva, en la
que se pudieron discernir un complejo mecanismo psíquico, una etiología
semejante a la histeria y una vasta posibilidad de reducirla mediante
psicoterapia. Por otra parte, indicado separar de la neurastenia un complejo de
síntomas neuróticos. Son síntomas, o bien equivalentes y rudimentarios, de
exteriorizaciones de angustia, y por eso he denominado neurosis de angustia a este complejo que cabe separar de la
neurastenia. Acerca de ella, sobreviene por la acumulación de una tensión
psíquica que es, por su parte, de origen sexual; tampoco esta neurosis tiene un
mecanismo psíquico, pero influye sobre la vida psíquica de una manera bien
regular, esta neurosis de angustia, se superpone parcialmente con la neurosis
que bajo el nombre de “hipocondría” suele reconocerse.
La viabilidad del término hipocondría se
perjudica por su referencia fija al síntoma del miedo a la enfermedad.
No corresponde estampar a una neurosis en
su totalidad el marbete de “histérica” por sólo hecho de que entre su complejo
de síntomas luzca algunos rasgos histéricos. Esta última práctica por ser la
histeria la neurosis más angustia, no obstante, era una práctica errónea.
Cabe designar “mixtas” a las neurosis
corrientes. Los casos puros de histeria y de neurosis obsesiva son raros; de
ordinario estas dos neurosis se combinan con una neurosis de angustia. El hecho
de que unas neurosis mixtas se presenten con tanta frecuencia se debe a la
frecuencia con que se contaminan sus factores etiológicos.
Respecto de la histeria se sigue que es
apenas posible desprenderla.
Examinaré los historiales clínicos para ver
si corroboran mi concepción sobre la falta de autonomía clínica de la histeria.
Anna O. parece contradecirlo e ilustrar la contracción de una histeria pura.
Sin embargo, no fue considerado por su observador bajo el punto de vista de la
neurosis sexual y hoy es simplemente inutilizable para esto. Cuando yo empecé a
analizar la segunda enferma, Emma von N, bien lejos me encontraba de esperar
una neurosis sexual como suelo de histeria; acababa de salir de la escuela de
Charcot y consideraba el enlace de una histeria con el tema de la sexualidad
como una suerte de insulto. Debo
reconocerlo como una grave neurosis de angustia con expectativa angustiada y
fobias, que había nacido de la abstinencia sexual, combinándose con una histeria.
El caso de Miss Lucy R, caso limite de una histeria pura; es una histeria
breve, de transcurso episódico y de una etiología inequívocamente sexual, como
la que correspondería a una neurosis de angustia. Solo que la neurosis no se registraba. El
caso de Katharina, es el arquetipo de “angustia vaginal”, es una combinación de
neurosis de angustia e histérica; la primera crea los síntomas, la segunda los
repite y trabaja con ellos. El de Elisabeth von R. tampoco se exploro como
neurosis sexual.
La histeria depurada de cualquier
contaminación puede ser tratada de manera autónoma en todos los aspectos, salvo
en la terapia. En efecto, en la terapia están en juego metas prácticas, la
eliminación del estado doliente en su totalidad, y si la histeria se presenta
las mas de las veces como componente de una neurosis mixta, el caso es sin duda
parecido al de las infecciones mixtas donde la conservación de la vida, que se
nos impone como tarea, no coincide con la lucha contra los efectos de uno solo
de los agentes patológicos.
Separar, en los cuadros de las neurosis
mixtas, la parte de la histeria de las partes de la neurastenia, la neurosis de
angustia, etc. Tras ese divorcio puede dar una explicación precisa al valor
terapéutico del método catártico. Es capaz de eliminar cualquier síntoma
histérico, es por completo impotente frente a los fenómenos de la neurastenia.
Su eficacia terapéutica dependerá, en el
caso singular, de que los componentes histéricos del cuadro clínico puedan
reclamar para sí un lugar de relevancia práctica comparados con los otros
componentes neuróticos.
Hay una segunda barrera, para la eficacia
del método catártico: no influye sobre las condiciones causales de la histeria,
y no puede impedir que en lugar de los síntomas eliminados se generen otros
nuevos.
Manifestaciones:
1)
no sostengo haber eliminado
efectivamente todos los síntomas histéricos a que apliqué el método catártico,
pero opino que los obstáculos residían en circunstancias personales.
2)
El método catártico no pierde
valor por ser síntoma sintomático y no causal. Se requiere de una segunda
acción que solucione esta tarea, y para ese fin, en el caso de la histeria, el
método catártico es de una idoneidad insuperable.
3)
Donde se ha superado un período
de producción histérica, un paroxismo (exaltación) histérico agudo, y las
secuelas son sólo unos síntomas histéricos como fenómenos residuales, el método
catártico es satisfactorio para todas las indicaciones y alcanza éxitos plenos
y duraderos. Esta constelación favorable para la terapia se presenta no rara
vez en el ámbito de la vida sexual. Aquí el método catártico rindo todo lo que
se le puede exigir, no pretenderá alterar una constitución como la histeria;
tiene que darse por contento si elimina el padecer al cual es proclive esa
constitución y que puede surgir de ella con la cooperación de condiciones
externas. Se dará por contento si el enfermo ha recuperado su productividad.
Por otra parte, ello no le quita todo consuelo en cuanto al futuro, por lo que
atañe a la posibilidad de una recidiva (vuelta de síntomas). Podría objetarse
que en estos casos de histeria ya pasada los síntomas residuales desaparecerán
de todas maneras espontáneamente; pero debe responderse que tal curación espontánea
no suele discurrir muy rápida ni completa, y la intervención de la terapia la
promueve extraordinariamente.
4)
Toda vez que uno haya tropezado
con una histeria aguda, un caso en su periodo de mas viva producción de
síntomas histéricos y el consecuente avasallamiento del yo por los productos de
la enfermedad (psicosis histérica), el método catártico modificara poco en la
impresión y la trayectoria de ese caso clínico. Uno se encuentra entonces
frente a la neurosis. No se puede quebrar la afección. Debe tomarse muy en
cuenta que quizás, aun en una histeria aguda, la eliminación de los productos
de la enfermedad uno por uno ejerza un influjo curativo al prestar apoyo al yo
normal empeñado en la defensa y precaverlo del avasallamiento, de la caída en
la psicosis, acaso en la confusión definitiva. Todo lo que es capaz de rendir
el método catártico aun en la histeria aguda, y el hecho de que él limita, de
una manera notable en la práctica, la neoproducción de síntomas patológicos, he
ahí lo que nos ilustra indudablemente la historia de Anna O., en quien Breuer
aprendió a emplear por primera vez este procedimiento psicoterapéutico.
5)
Cuando se trata de histerias de
trayectoria crónica, con una producción moderada pero incesante de síntomas
histéricos, ahí es cuando uno aprende a lamentar más la falta de una terapia de
eficacia causal, pero también a estimar mejor el valor del procedimiento
catártico como terapia sintomática. Uno se enfrenta a los quebrantos causados
por una etiología de persistencia crónica; lo que más interesa fortalecer al
sistema nervioso del enfermo en su capacidad de resistencia. Eliminar los
síntomas preexistentes, cancelar las alteraciones psíquicas que están en su
base, equivale a devolver al enfermo la plena dimensión de su capacidad de
resistencia.
6)
Dar sitio a la aparente
contradicción que se plantea al admitir que no todos los síntomas son
psicógenos y sostener luego que todos pueden ser eliminados mediante un
procedimiento psicoterapéutico. La solución reside en que una parte de estos
síntomas no psicógenos se cuentan, si, entre los signos patológicos, pero no se
los puede designar como padecimiento; entonces, en la práctica no importa
diferencia si sobreviven a la tramitación terapéutica del caso clínico.
Dificultades e inconvenientes del proceder
terapéutico:
El procedimiento es trabajoso e insume al
medico mucho tiempo, supone un gran interés por los hechos psicológicos y, al
mismo tiempo, una simpatía personal hacia los enfermos. Por debajo de cierto
nivel de inteligencia el procedimiento es absolutamente inaplicable, y
cualquier contaminación de debilidad mental lo dificulta de manera
extraordinaria. Uno necesita de la plena aquiescencia, la plena atención de los
enfermos, pero sobre todo de su confianza.
Al empleo de la hipnosis no puedo
reconducir daño ni peligro alguno, habiendo yo utilizado generosamente ese
recurso en casos diversos.
No se entender mejor un caso difícil de
neurosis complicada, con mayor o menor contaminación histérica. De ese modo se
remueve todo cuanto muestre un mecanismo histérico; a raíz de este análisis, he
aprendido a interpretar el resto de los enfermos y a reconducirlo a su
etiología.
Me he acostumbrado a unir la aplicación de
la psicoterapia catártica a una cura de reposo.
Obtengo la ventaja de evitar por una parte
la injerencia, de nuevas impresiones psíquicas, y por la otra la de excluir el
aburrimiento que esta ultima cura supone, y en la cual no rara vez los enfermos
caen en una dañina ensoñación (ensueño).
La cura de reposo como Mitchell la
entiende, a raíz de sus excitaciones en la reproducción de vivencias
traumáticas. Sin embargo lo contrario es cierto, mediante
esa combinación entre las terapias de Breuer y de Mitchell, uno obtiene toda la
mayoría corporal, así como un amplio influjo psíquico, como jamás se lo
produciría en la cura de reposo sin psicoterapia.
A raíz de mis intentos de extender la
aplicación del método de Breuer a un radio mas vasto tropecé con la dificultad
de que algunos enfermos no eran hipnotizables. Como la hipnosis me había falta
para ensanchar la memoria, para hallar los recuerdos patógenos ausentes en la
conciencia ordinaria, debía renunciar a esos enfermos o bien procurar por otro
camino ese ensanchamiento.
¿A qué se debía que unos fueran
hipnotizables y otros no? No podía emprender un camino causal para eliminar la
dificultad. Sólo noté que en algunos pacientes el impedimento se remontaba un
paso más atrás; se rehusaban ya al
intento de hipnosis. Di luego en la ocurrencia de que ambos casos pudieran ser
idénticos y significaran un no querer. Así, sería no hipnotizable.
Era preciso sortear la hipnosis y a pesar
de ello, obtener los recuerdos patógenos. Lo conseguí de la siguiente manera:
Cuando en la primera entrevista preguntaba
a mis pacientes si recordaban la ocasión primera de su síntoma, unos decían no
saberla, y otros aportaban alguna cosa que designaban como un recuerdo oscuro,
y si yo entonces, siguiendo el ejemplo de Berheim cuando despertaba impresiones
del sonambulismo presuntamente olvidadas, insistía, les aseguraba a los
enfermos de las dos clases mencionadas que no obstante lo sabían. Ordenaba a
los enfermos acostarse y cerrar los ojos deliberadamente para concentrarse, lo
cual ofrecía al menos cierta semejanza con la hipnosis; de este modo hice la
experiencia de que sin mediar hipnosis alguna, afloraban nuevos y más remotos
recuerdos.
Tales experiencias me dejaron la impresión
de que un mero esforzar podía hacer salir a la luz una serie de
representaciones patógenas cuya presencia era indudable.
Mediante mi trabajo psíquico yo tenia que
superar en el paciente una fuerza que contrariaba el devenir conciente
(recordar) de las representaciones patógenas. Una inteligencia nueva pareció
abrirse cuando se me ocurrió que esa podía ser la misma fuerza psíquica que
cooperó en la génesis del síntoma histérico y en aquel momento impidió el
devenir conciente de la representación patógena.
Averigüe un carácter general de tales
representaciones; todas ellas eran de naturaleza penosa, aptas para provocar
los afectos de la vergüenza, el reproche, el dolor psíquico, la sensación de un
menoscabo: eran todas ellas de tal índole que a uno le gustaría no haberlas
vivenciado, preferiría olvidarlas. De ello se desprendía, la idea de la
defensa.
Depende de la índole y de la dirección de
las representaciones ya reunidas en el interior del yo; y ellos han creado
particulares nombres técnicos para el proceso de la censura. Ante el yo del
enfermo se había propuesto una representación inconciliable que provocó una
fuerza de repulsión del lado del yo cuyo fin era la defensa frente a esa representación
inconciliable. Esta defensa prevaleció de hecho, la representación
correspondiente fue esforzada afuera de la conciencia y del recuerdo y en
apariencia era imposible pesquisar su huella psíquica. Cuando yo me empeñaba en
dirigir la atención hacia ella, sentía como resistencia a la misma fuerza que
en la génesis del síntoma se había mostrado como repulsión. La representación
se había vuelto patógena justamente a consecuencia de la expulsión y represión
(esfuerzo de desalojo).
Conversión; una fuerza psíquica, la
desinclinación del yo, había originariamente esforzado afuera de la asociación
la representación patógena, y ahora contrariaba su retorno en el recuerdo. Por
tanto, el no saber de los histéricos era en verdad un no querer saber, más o menos
conciente, y la tarea del terapeuta consistía en superar esa resistencia de
asociación mediante un trabajo psíquico. Esta operación se consuma en principio
mediante un esforzar, un empleo de compulsión psíquica, a fin de orientar la
atención de los enfermos hacia las huellas de representación buscadas.
La resistencia a la asociación en una
histeria grave posee un poder que el esforzar del médico extraño y desconocedor
de la cosa misma no puede igualar. Es preciso pensar en un recurso más
poderoso.
Con este propósito yo me sirvo en primer
término de un pequeño artificio técnico. Anticipo al enfermo que le aplicaré
enseguida una presión y al cabo de ella, verá ante sí un recuerdo en forma de
imagen, luego presiono durante unos segundos la frente del enfermo situado ante
mí, lo libro de la presión y le pregunto con todo calmo, ¿Qué ha visto usted? O
¿Qué se le ha ocurrido?.
Este procedimiento me llevó siempre a la
meta; para explicar la eficacia de este artificio, que corresponde a una
hipnosis momentánea reforzada; no obstante, el mecanismo de la hipnosis me
resulta tan enigmático que preferiría no requerirlo para esa elucidación.
La representación patógena supuestamente
olvidada está aprontada siempre en las cercanías, se la puede alcanzar mediante
unas asociaciones de fácil tránsito; sólo se trata de remover algún obstáculo.
No siempre es un recuerdo olvidado el que
aflora bajo la presión de la mano; emerge una representación que dentro de la
cadena asociativa es un eslabón entre la representación de partida y la
buscada, patógena, o una representación que constituye el punto de partida de
una nueva serie de pensamientos y recuerdos, a cuyo término se sitúa la
representación patógena.
De todos estos resultados del presionar,
uno obtiene la engañosa impresión de una inteligencia superior que estaría
fuera de la conciencia del enfermo, mantendría cohesionado con determinados
fines un gran material psíquico e instauraría un ordenamiento pleno de sentido
para su retorno a la conciencia. Esa inteligencia segunda, inconsciente, es
solo una apariencia. Hace aflorar pensamientos que el enfermo nunca quiere
reconocer como los suyos, que el no recuerda.
Una
joven a la que padece de una insufrible tos nerviosa que se arrastra desde hace
seis años, intento cancelar el síntoma por el camino del análisis psíquico.
Ella solo sabe que su tos nerviosa empezó, a los catorce años, estando de
pensionista en casa de una tía. Bajo la presión de mi mano se acuerda, por
primera vez, de un gran perro. Luego discierne la imagen mnémica; era un perro
de su tía que se le había aficionado, ese perro murió. La tos desapareció
cuando me fui de casa de la tía, pero reemergió un año y medio después.¿por qué
razón? Se acuerda de la noticia sobre la muerte de su tío. Entonces, la representación
patógena.
El mecanismo psíquico de las
representaciones obsesivas tiene muy estrecho parentesco con el de los síntomas
histéricos, y para ambos la técnica del análisis es la misma.
Por regla general se descubre que las
reminiscencias en apariencia inconexas están estrechamente enlazadas por unas
ataduras de pensamiento y llevan por la via mas directa al momento patógeno
buscado.
El procedimiento de la presión no es más
que un ardid para sorprender por un momento al yo que se place en la defensa.
Diversas formas en que se presenta esa
resistencia, la primera o segunda vez suele fracasar el ensayo de presión.
Han prometido todo cuanto se les ocurra
bajo la presión de la mano, no importa que les parezca o no pertinente, vale
decir, sin seleccionarlo ni dejar que lo influyan la critica o el afecto. Y
bien; no mantienen su promesa. En todos los casos el trabajo se atasca, una y
otra vez aseveran que ahora no se les ocurre nada. Uno no debe creerles.
Esa resistencia se esconde a menudo tras
singulares subterfugios.
Los esclarecimientos más importantes suelen
venir enunciados como unos superfluos adornos.
Es signo de una defensa lograda que las
representaciones patógenas hayan de aparecer como de tan escasa sustancia en su
reafloramiento; de ahí uno puede inferir en qué consistió el proceso de la
defensa: en tornar débil la representación fuerte, arrancarle el afecto.
Al recuerdo patógeno se lo discierne, por
el hecho de que los enfermos lo tildan de inesencial y lo enuncian sólo con
resistencia.
En el retorno de imágenes uno tiene en
general menos dificultades que en el de pensamientos; los histéricos, que en su
mayoría son visuales, no son tan difíciles para el analista como la gente con
representaciones obsesivas.
El enfermo la desmonta, al trasponerla en
palabras.
Cuando el trabajo esta terminado, el campo
visual se muestra otra vez libre, uno puede sonsacar otra imagen.
No perder de vista durante el análisis los
gestos del que yace en posición de reposo. Uno aprende a distinguir sin dificultad
entre el reposo anímico por falta afectiva de toda reminiscencia, y la tensión
y los signos de afecto bajo los cuales el enfermo busca desmentir, al servicio
de la defensa, la reminiscencia que aflora. Los resultados de ese procedimiento
uno averigua la dirección en que debe investigar y las cosas en que es preciso
insistir al paciente.
Las imágenes recordadas acuden no nítidas e
incompletas.
Ejemplos de los efectos que produce esa
actividad censuradora a raíz del primer afloramiento de los recuerdos patógenos;
el enfermo solo se libera del síntoma histérico reproduciendo las impresiones
patológicas causadoras y declarándolas bajo una exteriorización de afecto, la
tarea terapéutica consiste solo en moverlo a ello.
Resistencia; he mostrado como a raíz del
trabajo terapéutico uno se ve llevado a la concepción de que la histeria se
genera, de una representación inconciliable; de que la representación reprimida
permanece como una huella mnémica débil, y el afecto que se le arranco es
empleado para una inervación somática: conversión de la excitación. En virtud
de su represión, la representación se vuelve causa de síntomas patológicos. A
una histeria que muestre este mecanismo psíquico se le puede adherir la
designación de “histeria de defensa”.
Breuer
y yo; histeria hipnoide e histeria de retención. De todas, fue la histeria
hipnoide la primera en introducirse en nuestro campo visual; el primer caso de
Breuer, para una histeria hipnoide de este tipo, ha indicado un mecanismo
psíquico esencialmente diverso de la defensa con conversión, una representación
devendrá patógena por hecho de que ella,
concebía en un particular estado psíquico, permanece de antemano fuera del
yo.
El historial clínico de Anna O. no muestra
en realidad nada de una tal resistencia. Nunca he tropezado con una histeria
hipnoide genuina, todas las que aborde se me mudaron en histerias de defensa.
El llamado estado hipnoide debía su
segregación a la circunstancia de imperar en el un grupo psíquico escindido con
anterioridad por vía de defensa.
Incierto es por ahora mi juicio sobre la
histeria de retención, en el cual, de la el trabajo terapéutico se lograría sin
resistencia.
Las dificultades de contenido por las
cuales no se puede responsabilizar a los enfermos, y que en una histeria
hipnoide o de retención por fuerza serán en parte las mismas que en la histeria
de defensa.
La primera y más fuerte impresión que uno
recibe a raíz de un análisis de este tipo es sin duda que el material psíquico
patógeno, supuestamente olvidado, no este a disposición del yo ni desempeñe
papel alguno en la asociación y el recuerdo. Por eso se trata solo de eliminar
resistencias que bloquean su camino. El material psíquico patógeno aparece como
la propiedad de una inteligencia. Las mas de las veces no se tiene un síntoma
histérico único, sino un conjunto de ellos en parte independientes entre si, en
parte enlazados. No se debe esperar un único recuerdo traumático y, como su
núcleo, una única representación patógena, sino que es preciso estar preparado
para encontrarse con series de traumas parciales y encadenamientos de ilaciones
patógenas de pensamiento.
La histeria traumática monosintomática es
por así decir un organismo elemental, un ser unicelular, por comparación con la
compleja ensambladura de una neurosis histérica comparativamente grave.
El material psíquico de una histeria así se
figura como un producto multidimensional de por lo menos triple
estratificación. En primer lugar estuvo presente un núcleo de recuerdos en los
cuales ha culminado el momento traumático. En torno de este núcleo hallamos una
muchedumbre de diversa índole que en el análisis es preciso reelaborar y
presenta, un triple ordenamiento.
Primero, es inequívoco un ordenamiento
lineal cronológico que tiene lugar dentro de cada tema singular. Anna O. el
tema era el de volverse sorda, de no oír. Este se diferencio luego siguiendo siete
condiciones, y bajo cada uno de estos títulos se agruparon entre diez y mas de
cien recuerdos singulares en secuencia cronológica. En el análisis de mi
paciente Emmy von N se contienen parecidos fascículos de recuerdos.
He designado como formación de un tema ese
agrupamiento de recuerdos de la misma variedad en una multiplicidad
estratificada en sentido lineal. Esos temas muestran una segunda manera de
ordenamiento; estratificados de manera concéntrica en torno del núcleo
patógeno.
Son estratos de resistencia, creciente esta
ultima hacia el núcleo, y con ello zonas de igual alteración de conciencia
dentro de las cuales se extienden los temas singulares. Los estratos más periféricos
contienen, aquellos recuerdos que se rememoran con facilidad y fueron siempre
claramente concientes.
Es esta peculiaridad de la estratificación
concéntrica del material psíquico patógeno la que confiere, sus rasgos
característicos a la trayectoria de tales análisis. Tercer tipo de
ordenamiento, el más esencial, es el ordenamiento según el contenido de
pensamiento, el enlace por los hilos lógicos que llegan hasta el núcleo. Este
ordenamiento posee un carácter dinámico, por oposición al morfológico, podrían figurarse, en un esquema
especial, mediante unas líneas uniformes, uno tendría que seguir la marcha del
encadenamiento lógico con una línea quebrada.
El nexo lógico no se corresponde con una
línea quebrada en zigzag, sino más bien con un sistema de líneas ramificadas. Tiene puntos nodales.
Un síntoma es de determinismo múltiple, de comando múltiple.
Puede ocurrir que en el material patógeno
haya en juego más de un núcleo, por ejemplo cuando toca analizar un segundo
estallido histérico que tiene su propia etiología, pero se entrama con un
primer estallido de histeria aguda.
Puntualizaciones de la organización del
material patógeno; se comporta como un cuerpo extraño. El grupo psíquico
patógeno en cambio, no se puede extirpar limpiamente del yo, sus estratos mas
externos traspasan omnilateralmente hacia sectores del yo normal. La frontera
entre ambos es trazada por el análisis de una manera puramente convencional,
los estratos internos se enajenan del yo. La organización patógena no se
comporta genuinamente como un cuerpo extraño, sino, como una infiltración. La
terapia no consiste en extirpar algo sino en disolver la resistencia.
Nunca puede ingresar en el yo conciencia
mas que un único recuerdo.
Es totalmente infructuoso avanzar en forma
directa hasta el núcleo de la organización patógena.
No tenemos más remedio que mantenernos al
comienzo en la periferia del producto psíquico patógeno.
Si uno inhibe al enfermo en la reproducción
de las ocurrencias que le afluyen, es posible que quede enterrado mucho de lo
que luego será preciso, liberar con gran trabajo. Por otra parte, no es lícito
sobreestimar su inteligencia inconsciente ni confiarle la guía de todo el
trabajo. Por las pistas que ofrecen unas lagunas en la primera exposición del
enfermo, a menudo encubiertas por enlaces falsos, encuentra un cierto tramo del
hilo lógico en la periferia y desde ahí, mediante el procedimiento de la
presión, facilita el ulterior camino.
Una reminiscencia nunca retorna por segunda
vez si ha sido tramitada; y si ello acontece, se esta plenamente autorizado a
esperar que la segunda vez se anude a la imagen un nuevo contenido de
pensamiento, o a la ocurrencia, una nueva consecuencia.
En la realidad, una serie ininterrumpida
lleva desde los restos mnémicos de vivencias y actos de pensamiento henchidos
de afecto hasta los síntomas histéricos, sus símbolos mnémicos.
Transferencia negativa:
El de una enajenación personal, cuando la
enferma se cree relegada, menospreciada o ha escuchado cosas desfavorables
sobre el medico y el método de tratamiento.
Cuando la enferma es presa del miedo de
acostumbrarse demasiado a la persona del medico, perder su autonomía frente a
el, y hasta caer en dependencia sexual de el. La enferma aquí tiene un nuevo
motivo de resistencia.
Cuando la enferma espanta por transferir a
la persona del medico, las representaciones penosas que aflorar desde el
contenido del análisis. La transferencia sobre el medico acontece por enlace
falso.
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